Tres semanas no son nada en el día a día, sin embargo, los 21 días que pasé trabajando en un proyecto artístico en Addis Abeba, Etiopía, han vuelto a agitar mi vida y recordarme por qué me apasiona el arte.
Viajé a Addis Abeba con el proyecto de la Unión Europea Street Heart – Two continents, one beat, en el que fui seleccionada como parte de un equipo de cuatro artistas urbanos, dos africanos y dos europeos: Edoardo Trionfera (Italia), Mohammed Awudu (Ghana) y Wesley Van Eeden (Sudáfrica).
En tiempos de covid, inestabilidad y división, parece idealista y absurdo desplazarse desde Holanda, Ghana, Sudáfrica o Francia, con todas las complicaciones que esto implica ahora, para pintar un mural sobre la unidad y la diversidad en Etiopía. ¿Qué sentido tiene? Este proyecto me lo ha recordado. El arte es una poderosa herramienta para impactar en la sociedad, y cuando es público y accesible, aún más.
El arte es una forma única de comunicar a través de las emociones. Las diferencias no son un problema. Cuando se trabaja con el arte, las diferencias se convierten en estímulos. Y cuando se trabaja en la calle, el arte puede transformar un punto gris de la ciudad en un lugar de inspiración y llamada a la acción.
En nueve días teníamos que pintar cada uno un muro de 160 metros cuadrados. ¡A mis ojos inmenso! El pronóstico, todos los días lluvias y tormentas, y la pintura para los murales, paralizada en la aduana. No parecía empezar bien. Los cuatro mirábamos el calendario programado con ansiedad.
Desde luego, habíamos salido de nuestra zona de confort y una vez ahí fuera solo quedaba buscar soluciones. Compramos algo de pintura local, compartimos algunos materiales que habíamos traído, y empezamos.
Cada uno contó con el apoyo de dos jóvenes artistas locales, en mi caso: Efrata Birhanu y Yoseph Seboksa. Estos, junto con los otros artistas del proyecto, los guardias de seguridad, los operadores de grúa y los coordinadores locales formamos un fuerte equipo, trabajando a una, buscando soluciones a cada reto y con una sonrisa que tras los primeros momentos de zozobra se impuso en el proyecto.
Entre tanto, pudimos recorrer un poco Addis Abeba, probar su comida, pero sobre todo, conocimos Etiopía a través de su gente. Sabemos muy poco de este país en Europa, suena a anuncios de ONG con niños desnutridos, pero es mucho más. ¿Sabías que la música de Etiopía es extraordinariamente diversa y única en el mundo, que es el único país de África que no fue colonizado, que las horas y los meses se cuentan de forma diferente, o que allí se encontró el primer hallazgo de los restos de un humanoide en buen estado? Yo no lo sabía, y este proyecto me ha regalado todo este conocimiento que implica mirar a Etiopía, a África y al mundo de forma diferente. Está bien recordar todo esto cuando pensamos en las migraciones del continente africano hacia Europa, que tanto debate y rechazo generan. Parémonos a pensar en toda la historia, la cultura y las sociedades tan comunitarias que existen en África. Cuánto pueden aportar a nuestras sociedades individualistas; pero también, pensemos en la responsabilidad que en tanto que europeos tenemos en los problemas del continente.
¿Y qué deja este proyecto en Addis Abeba? Ha transformado una calle gris, de mucho tránsito de personas y coches, en un espacio de color, mensajes de unidad y cooperación. Ahora en este espacio, tanto los pasajeros como los transeúntes se paran a mirar, comentar y sacarse fotos cada poco. Trabajando en la calle recibes un retorno continuo y espontáneo de la gente, y algunos comentarios nos dejaban al borde de las lágrimas. Se acercaron varios jóvenes interesados por el arte a los que el proyecto les inspiraba. El último día, una mujer muy delgada, vestida con telas con muchos estampados, probablemente no tan mayor como parecía, se paró y empezó a hablar con mi equipo en Amhárico. Su expresión y sus palabras sonaban duras, por eso en un principio pensé que era algo negativo e intenté introducirme en la conversación para entender qué decía. Estaba emocionada por ver a una mujer pintando en la calle con otra joven artista local representando a otras dos mujeres fuertes a gran escala. Dijo que la sociedad tenía que cambiar en esa dirección y pidió a Ephi, la joven artista que en este proyecto trabajó como mi asistente, que no cesara.
En mi obra, dos mujeres están plantando un árbol. Una de ellas representa a África y otra a Europa, de forma simbólica cooperan por un mundo más justo y sostenible. Quería que ambas fueran mujeres para representar un tipo de cooperación que rompe con las estrategias de imposición de poder y guerras que se han impuesto a lo largo de la historia de la humanidad.
Porque la historia se ha olvidado demasiadas veces de las mujeres artistas. En el arte nos han relegado al papel pasivo de musas. Pero ahora aquí estamos, con las mismas capacidades y talento para demostrar que el mundo funciona mejor cuando trabajamos juntos en igualdad de condiciones.
Me alegró mucho ver en el equipo de ayudantes locales esta paridad y un gran potencial en todas ellas, valentía, fuerza y talento trabajando en igualdad con sus compañeros. Durante la presentación del proyecto final en la Unión Europea, todos los artistas insistimos en la necesidad de dar apoyo a estos artistas locales, que a pesar de todos los retos y dificultades han apostado por el arte, y que os animo a seguir a través de Instagram en su cuenta: @AddisStreetArt